FELIZ NAVIDAD

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P. Francisco J. Rebollo Leòn SIERVOS DEL DIVINO AMOR

martes, 13 de mayo de 2025

14 DE MAYO SAN MATÍAS APÓSTOL

 

SAN MATÍAS


APÓSTOL



Etimológicamente significa “don de Dios”. Viene de la lengua hebrea.

Clemente de Alejandría, basándose en la tradición, afirma que San Matías fue uno de los 72 discípulos que el Señor envió a predicar durante su ministerio. Los hechos de los Apóstoles afirman que Matías acompañó al Salvador, desde el Bautismo hasta la Ascensión. 

Cuando San Pedro decidió proceder a la elección de un nuevo Apóstol para reemplazar a Judas, los candidatos fueron José, llamado Bernabé y Matías. Finalmente, la elección cayó sobre Matías, quien pasó a formar parte del grupo de los doce. 

El Espíritu Santo descendió sobre él en Pentecostés y Matías se entregó a su misión. 

Clemente de Alejandría afirma que se distinguió por la insistencia con que predicaba la necesidad de mortificar la carne para dominar la sensualidad. Esta lección la había aprendido del mismo Jesucristo. 

Según la tradición, predicó primero en Judea y luego en otros países. Los griegos sostienen que evangelizó la Capadocia y las costas del Mar Caspio, que sufrió persecuciones de parte de los pueblos bárbaros donde misionó y obtuvo finalmente la corona del martirio en Cólquida. 

Los "Menaia" griegos sostienen que fue crucificado. Se dice que su cuerpo estuvo mucho tiempo en Jerusalén y que Santa Elena lo transladó a Roma.


ACI Prensa

Este es el apóstol No. 13 (El 14 es San Pablo). Es un apóstol "póstumo" (Se llama póstumo al que aparece después de la muerte de otro). Matías fue elegido "apóstol" por los otros 11, después de la muerte y Ascensión de Jesús, para reemplazar a Judas Iscariote que se ahorcó. La S. Biblia narra de la siguiente manera su elección:

"Después de la Ascensión de Jesús, Pedro dijo a los demás discípulos: Hermanos, en Judas se cumplió lo que de él se había anunciado en la Sagrada Escritura: con el precio de su maldad se compró un campo. Se ahorcó, cayó de cabeza, se reventó por medio y se derramaron todas sus entrañas. El campo comprado con sus 30 monedas se llamó Haceldama, que significa: "Campo de sangre". El salmo 69 dice: "su puesto queda sin quién lo ocupe, y su habitación queda sin quién la habite", y el salmo 109 ordena: "Que otro reciba su cargo".

"Conviene entonces que elijamos a uno que reemplace a Judas. Y el elegido debe ser de los que estuvieron con nosotros todo el tiempo en que el Señor convivió con nosotros, desde que fue bautizado por Juan Bautista hasta que resucitó y subió a los cielos".

Los discípulos presentaron dos candidatos: José, hijo de Sabas y Matías. Entonces oraron diciendo: "Señor, tú que conoces los corazones de todos, muéstranos a cual de estos dos eliges como apóstol, en reemplazo de Judas".

Echaron suertes y la suerte cayó en Matías y fue admitido desde ese día en el número de los doce apóstoles (Hechos de los Apóstoles, capítulo 1).

San Clemente y San Jerónimo dicen que San Matías había sido uno de los 72 discípulos que Jesús mandó una vez a misionar, de dos en dos. Una antigua tradición cuenta que murió crucificado. Lo pintan con una cruz de madera en su mano y los carpinteros le tienen especial devoción.


EWTN

lunes, 12 de mayo de 2025

13 DE MAYO NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA

 

NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA




La Santísima Virgen María
se manifestó a tres niños campesinos

PALABRA DE DIOS DIARIA

En 1917, en el momento de las apariciones, Fátima era una ciudad desconocida de 2.500 habitantes, situada a 800 metros de altura y a 130 kilómetros al norte de Lisboa, casi en el centro de Portugal. Hoy Fátima es famosa en todo el mundo y su santuario lo visitan innumerables devotos. 

Allí, la Virgen se manifestó a niños de corta edad: Lucía, de diez años, Francisco, su primo, de nueve años, un jovencito tranquilo y reflexivo, y Jacinta, hermana menor de Francisco, muy vivaz y afectuosa. Tres niños campesinos muy normales, que no sabían ni leer ni escribir, acostumbrados a llevar a pastar a las ovejas todos los días. Niños buenos, equilibrados, serenos, valientes, con familias atentas y premurosas.

Los tres habían recibido en casa una primera instrucción religiosa, pero sólo Lucía había hecho ya la primera comunión.

Las apariciones estuvieron precedidas por un "preludio angélico": un episodio amable, ciertamente destinado a preparar a los pequeños para lo que vendría.

Lucía misma, en el libro Lucia racconta Fátima (Editrice Queriniana, Brescia 1977 y 1987) relató el orden de los hechos, que al comienzo sólo la tuvieron a ella como testigo. Era la primavera de 1915, dos años antes de las apariciones, y Lucía estaba en el campo junto a tres amigas. Y esta fue la primera manifestación del ángel:

Sería más o menos mediodía, cuando estábamos tomando la merienda. Luego, invité a mis compañeras a recitar conmigo el rosario, cosa que aceptaron gustosas. Habíamos apenas comenzado, cuando vimos ante nosotros, como suspendida en el aire, sobre el bosque, una figura, como una estatua de nieve, que los rayos del sol hacían un poco transparente. "¿Qué es eso?", preguntaron mis compañeras, un poco atemorizadas. "No lo sé". Continuamos nuestra oración, siempre con los ojos fijos en aquella figura, que desapareció justo cuando terminábamos (ibíd., p. 45).

El hecho se repitió tres veces, siempre, más o menos, en los mismos términos, entre 1915 y 1916.

Llegó 1917, y Francisco y Jacinta obtuvieron de sus padres el permiso de llevar también ellos ovejas a pastar; así cada mañana los tres primos se encontraban con su pequeño rebaño y pasaban el día juntos en campo abierto. Una mañana fueron sorprendidos por una ligera lluvia, y para no mojarse se refugiaron en una gruta que se encontraba en medio de un olivar. Allí comieron, recitaron el rosario y se quedaron a jugar hasta que salió de nuevo el sol. Con las palabras de Lucía, los hechos sucedieron así:

... Entonces un viento fuerte sacudió los árboles y nos hizo levantar los ojos... Vimos entonces que sobre el olivar venía hacia nosotros aquella figura de la que ya he hablado. Jacinta y Francisco no la habían visto nunca y yo no les había hablado de ella. A medida que se acercaba, podíamos ver sus rasgos: era un joven de catorce o quince años, más blanco que si fuera de nieve, el sol lo hacía transparente como de cristal, y era de una gran belleza. Al llegar junto a nosotros dijo: "No tengan miedo. Soy el ángel de la paz. Oren conmigo". Y arrodillado en la tierra, inclinó la cabeza hasta el suelo y nos hizo repetir tres veces estas palabras: "Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman". Luego, levantándose, dijo: "Oren así. Los corazones de Jesús y María están atentos a la voz de sus súplicas". Sus palabras se grabaron de tal manera en nuestro espíritu, que jamás las olvidamos y, desde entonces, pasábamos largos períodos de tiempo prosternados, repitiéndolas hasta el cansancio (ibíd, p. 47).

En el prefacio al libro de Lucía, el padre Antonio María Martins anota con mucha razón que la oración del ángel "es de una densidad teológica tal" que no pudo haber sido inventada por unos niños carentes de instrucción. "Ha sido ciertamente enseñada por un mensajero del Altísimo", continúa el estudioso. "Expresa actos de fe, adoración, esperanza y amor a Dios Uno y Trino".

Durante el verano el ángel se presentó una vez más a los niños, invitándolos a ofrecer sacrificios al Señor por la conversión de los pecadores y explicándoles que era el ángel custodio de su patria, Portugal.

Pasó el tiempo y los tres niños fueron de nuevo a orar a la gruta donde por primera vez habían visto al ángel. De rodillas, con la cara hacia la tierra, los pequeños repiten la oración que se les enseñó, cuando sucede algo que llama su atención: una luz desconocida brilla sobre ellos. Lucía lo cuenta así:

Nos levantamos para ver qué sucedía, y vimos al ángel, que tenía en la mano izquierda un cáliz, sobre el que estaba suspendida la hostia, de la que caían algunas gotas de sangre adentro del cáliz.

El ángel dejó suspendido el cáliz en el aire, se acercó a nosotros y nos hizo repetir tres veces: "Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te ofrezco el preciosísimo cuerpo, sangre, alma y divinidad de Jesucristo...". Luego se levantó, tomó en sus manos el cáliz y la hostia; me dio la hostia santa y el cáliz lo repartió entre Jacinta y Francisco... (ibíd., p. 48).

El ángel no volvió más: su tarea había sido evidentemente la de preparar a los niños para los hechos grandiosos que les esperaban y que tuvieron inicio en la primavera de 1917, cuarto año de la guerra, que vio también la revolución bolchevique.

El 13 de mayo era domingo anterior a la Ascensión. Lucía, Jacinta y Francisco habían ido con sus padres a misa, luego habían reunido sus ovejas y se habían dirigido a Cova da Iria, un pequeño valle a casi tres kilómetros de Fátima, donde los padres de Lucía tenían un cortijo con algunas encinas y olivos.

Aquí, mientras jugaban, fueron asustados por un rayo que surcó el cielo azul: temiendo que estallara un temporal, decidieron volver, pero en el camino de regreso, otro rayo los sorprendió, aún más fulgurante que el primero. Dijo Lucía:

A los pocos pasos, vimos sobre una encina a una Señora, toda vestida de blanco, más brillante que el sol, que irradiaba una luz más clara e intensa que la de un vaso de cristal lleno de agua cristalina, atravesada por los rayos del sol más ardiente. Sorprendidos por la aparición, nos detuvimos. Estábamos tan cerca que nos vimos dentro de la luz que la rodeaba o que ella difundía. Tal vez a un metro o medio de distancia, más o menos... (ibíd., p. 118).

La Señora habló con voz amable y pidió a los niños que no tuvieran miedo, porque no les haría ningún daño. Luego los invitó a venir al mismo sitio durante seis meses consecutivos, el día 13 a la misma hora, y antes de desaparecer elevándose hacia Oriente añadió: "Reciten la corona todos los días para obtener la paz del mundo y el fin de la guerra".

Los tres habían visto a la Señora, pero sólo Lucía había hablado con ella; Jacinta había escuchado todo, pero Francisco había oído sólo la voz de Lucía.

Lucía precisó después que las apariciones de la Virgen no infundían miedo o temor, sino sólo "sorpresa": se habían asustado más con la visión del ángel.

En casa, naturalmente, no les creyeron y, al contrario, fueron tomados por mentirosos; así que prefirieron no hablar más de lo que habían visto y esperaron con ansia, pero con el corazón lleno de alegría, que llegara el 13 de junio.

Ese día los pequeños llegaron a la encina acompañados de una cincuentena de curiosos. La aparición se repitió y la Señora renovó la invitación a volver al mes siguiente y a orar mucho. Les anunció que se llevaría pronto al cielo a Jacinta y Francisco, mientras Lucía se quedaría para hacer conocer y amar su Corazón Inmaculado. A Lucía, que le preguntaba si de verdad se quedaría sola, la Virgen respondió: "No te desanimes. Yo nunca te dejaré. Mi Corazón Inmaculado será tu refugio y el camino que te conducirá hasta Dios". Luego escribió Lucía en su libro:

En el instante en que dijo estas últimas palabras, abrió las manos y nos comunicó el reflejo de aquella luz inmensa. En ella nos veíamos como inmersos en Dios. Jacinta y Francisco parecían estar en la parte de la luz que se elevaba al cielo y yo en la que se difundía sobre la tierra. En la palma de la mano derecha de la Virgen había un corazón rodeado de espinas, que parecían clavarse en él. Comprendimos que era el Corazón Inmaculado de María, ultrajado por los pecados de la humanidad, y que pedía reparación (ibíd., p. 121).

Cuando la Virgen desapareció hacia Oriente, todos los presentes notaron que las hojas de las encinas se habían doblado en esa dirección; también habían visto el reflejo de la luz que irradiaba la Virgen sobre el rostro de los videntes y cómo los transfiguraba.

El hecho no pudo ser ignorado: en el pueblo no se hablaba de otra cosa, naturalmente, con una mezcla de maravilla e incredulidad.

La mañana del 13 de julio, cuando los tres niños llegaron a Cova da Iria, encontraron que los esperaban al menos dos mil personas. La Virgen se apareció a mediodía y repitió su invitación a la penitencia y a la oración. Solicitada por sus padres, Lucía tuvo el valor de preguntarle a la Señora quién era; y se atrevió a pedirle que hiciera un milagro que todos pudieran ver. Y la Señora prometió que en octubre diría quién era y lo que quería y añadió que haría un milagro que todos pudieran ver y que los haría creer.

Antes de alejarse, la Virgen mostró a los niños los horrores del infierno (esto, sin embargo, se supo muchos años después, en 1941, cuando Lucía, por orden de sus superiores escribió las memorias recogidas en el libro ya citado. En ese momento, Lucía y sus primos no hablaron de esta visión en cuanto hacía parte de los secretos confiados a ellos por la Virgen, cuya tercera parte aún se ignora) y dijo que la guerra estaba por terminar, pero que si los hombres no llegaban a ofender a Dios, bajo el pontificado de Pío XII estallaría una peor.

Cuando vean una noche iluminada por una luz desconocida, sabrán que es el gran signo que Dios les da de que está por castigar al mundo a causa de sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de la persecución a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirla, quiero pedirles la consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado y la comunión reparadora los primeros sábados. Si cumplen mi petición, Rusia se convertirá y vendrá la paz. Si no, se difundirán en el mundo sus horrores, provocando guerras y persecuciones a la Iglesia... Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y se le concederá al mundo un período de paz... (ibíd., p. 122).

Después de esta aparición, Lucía fue interrogada de modo muy severo por el alcalde, pero no reveló a ninguno los secretos confiados por la Virgen.

El 13 de agosto, la multitud en Cova era innumerable: los niños, sin embargo, no llegaron. A mediodía en punto, sobre la encina, todos pudieron ver el relámpago y la pequeña nube luminosa. ¡La Virgen no había faltado a su cita! ¿Qué había sucedido? Los tres pastorcitos habían sido retenidos lejos del lugar de las apariciones por el alcalde, que con el pretexto de acercarlos en auto, los había llevado a otro lado, a la casa comunal, y los había amenazado con tenerlos prisioneros si no le revelaban el secreto. Ellos callaron, y permanecieron encerrados. Al día siguiente hubo un interrogatorio con todas las de la ley, y con otras amenazas, pero todo fue inútil, los niños no abandonaron su silencio.

Finalmente liberados, los tres pequeños fueron con sus ovejas a Cova da Iria el 19 de agosto, cuando, de repente, la luz del día disminuyó, oyeron el relámpago y la Virgen apareció: pidió a los niños que recitaran el rosario y se sacrificaran para redimir a los pecadores. Pidió también que se construyera una capilla en el lugar.

Los tres pequeños videntes, profundamente golpeados por la aparición de la Virgen, cambiaron gradualmente de carácter: no más juegos, sino oración y ayuno. Además, para ofrecer un sacrificio al Señor se prepararon con un cordel tres cilicios rudimentarios, que llevaban debajo de los vestidos y los hacían sufrir mucho. Pero estaban felices, porque ofrecían sus sufrimientos por la conversión de los pecadores.

El 13 de septiembre, Cova estaba atestada de personas arrodilladas en oración: más de veinte mil. A mediodía el sol se veló y la Virgen se apareció acompañada de un globo luminoso: invitó a los niños a orar, a no dormir con los cilicios, y repitió que en octubre se daría un milagro. Todos vieron que una nube cándida cubría a la encina y a los videntes. Luego reapareció el globo y la Virgen desapareció hacia Oriente, acompañada de una lluvia, vista por todos, de pétalos blancos que se desvanecieron antes de tocar tierra. En medio de la enorme emoción general, nadie dudaba que la Virgen en verdad se había aparecido.

El 13 de octubre es el día del anunciado milagro. En el momento de la aparición se llega a un clima de gran tensión. Llueve desde la tarde anterior. Cova da Iria es un enorme charco, pero no obstante miles de personas pernoctan en el campo abierto para asegurar un buen puesto.

Justo al mediodía, la Virgen aparece y pide una vez más una capilla y predice que la guerra terminará pronto. Luego alza las manos, y Lucía siente el impulso de gritar que todos miren al sol. Todos vieron entonces que la lluvia cesó de golpe, las nubes se abrieron y el sol se vio girar vertiginosamente sobre sí mismo proyectando haces de luz de todos los colores y en todas direcciones: una maravillosa danza de luz que se repitió tres veces.

La impresión general, acompañada de enorme estupor y preocupación, era que el sol se había desprendido del cielo y se precipitaba a la tierra. Pero todo vuelve a la normalidad y la gente se da cuenta de que los vestidos, poco antes empapados por el agua, ahora están perfectamente secos. Mientras tanto la Virgen sube lentamente al cielo en la luz solar, y junto a ella los tres pequeños videntes ven a san José con el Niño.

Sigue un enorme entusiasmo: las 60.000 personas presentes en Cova da Iria tienen un ánimo delirante, muchos se quedan a orar hasta bien entrada la noche.

Las apariciones se concluyen y los niños retoman su vida de siempre, a pesar de que son asediados por la curiosidad y el interés de un número siempre mayor de personas: la fama de Fátima se difunde por el mundo.

Entre tanto las predicciones de la Virgen se cumplen: al final de 1918 una epidemia golpea a Fátima y mina el organismo de Francisco y Jacinta. Francisco muere santamente en abril del año siguiente como consecuencia del mal, y Jacinta en 1920, después de muchos sufrimientos y de una dolorosísima operación.

En 1921, Lucía entra en un convento y en 1928 pronuncia los votos. Será sor María Lucía de Jesús.

Se sabe que, luego de concluir el ciclo de Fátima, Lucía tuvo otras apariciones de la Virgen (en 1923, 1925 y 1929), que le pidió la devoción de los primeros sábados y la consagración de Rusia.

En Fátima las peticiones de la Virgen han sido atendidas: ya en 1919 fue erigida por el pueblo una primera modesta capilla. En 1922 se abrió el proceso canónico de las apariciones y el 13 de octubre de 1930 se hizo pública la sentencia de los juicios encargados de valorar los hechos: "Las manifestaciones ocurridas en Cova da Iria son dignas de fe y, en consecuencia, se permite el culto público a la Virgen de Fátima".

También los papas, de Pío XII a Juan Pablo II, estimaron mucho a Fátima y su mensaje. Movido por una carta de sor Lucía, Pío XII consagraba el mundo al Corazón Inmaculado de María el 31 de octubre de 1942. Pablo VI hizo referencia explícita a Fátima con ocasión de la clausura de la tercera sesión del Concilio Vaticano II. Juan Pablo II fue personalmente a Fátima el 12 de mayo de 1982: en su discurso agradeció a la Madre de Dios por su protección justamente un año antes, cuando se atentó contra su vida en la plaza de San Pedro.

Con el tiempo, se han construido en Fátima una grandiosa basílica, un hospital y una casa para ejercicios espirituales. Junto a Lourdes, Fátima es uno de los santuarios marianos más importantes y visitados del mundo.

domingo, 11 de mayo de 2025

12 DE MAYO SAN NEREO, SAN AQUILEO Y SAN PANCRACIO MÁRTIRES

 

SAN NEREO, SAN AQUILEO 



Y SAN PANCRACIO


MÁRTIRES


San Nereo y Aquineo. Siglo I.

Estos dos militares estaban al servicio de Flavia Domitila una de las primeras señoras de Roma. El historiador Eusebio dice que esta noble dama era sobrina del Emperador Domiciano y que el tal mandatario la envió al destierro, porque ella se había declarado seguidora de Jesucristo. Con Domitila fueron enviados también al destierro San Nereo y San Aquileo, porque proclamaban su fe en el Divino Redentor. 

Afirma San Jerónimo que el destierro fue tan cruel y tan largo que les sirvió de martirio. Después otro emperador mandó que les cortaran la cabeza y así tuvieron el honor de derramar su sangre por proclamar su fe. El Papa San Dámaso escribió en el año 400 la siguiente inscripción en la tumba de estos dos mártires: "Nereo y Aquileo pertenecían al ejército del emperador. Pero se negaron a cumplir ciertas órdenes que a ellos les parecían crueles. Al convertirse al cristianismo abandonaron toda violencia y prefirieron tener que abandonar el ejército antes que ser crueles con los demás. Proclamaron su amor a Cristo en esta tierra y ahora gozan de la amistad de Cristo en la eternidad". 


San Pancracio. Año 304.

El doce de mayo se celebra también la fiesta de San Pancracio, un jovencito romano de sólo 14 años, que fue martirizado por declarase creyente y partidario de Nuestro Señor Jesucristo.

Dicen que su padre murió martirizado y que la mamá recogió en unos algodones un poco de la sangre del mártir y la guardó en un relicario de oro, y le dijo al niño: "Este relicario lo llevarás colgado al cuello, cuando demuestres que eres tan valiente como lo fue tu padre".

Un día Pancracio volvió de la escuela muy golpeado pero muy contento. La mamá le preguntó la causa de aquellas heridas y de la alegría que mostraba, y el jovencito le respondió: "Es que en la escuela me declaré seguidor de Jesucristo y todos esos paganos me golpearon para que abandonara mi religión. Pero yo deseo que de mí se pueda decir lo que el Libro Santo afirma de los apóstoles: "En su corazón había una gran alegría, por haber podido sufrir humillaciones por amor a Jesucristo". (Hechos 6,41).

Al oír esto la buena mamá tomó en sus manos el relicario con la sangre del padre martirizado, y colgándolo al cuello de su hijo exclamó emocionada: "Muy bien: ya eres digno seguidor de tu valiente padre".

Como Pancracio continuaba afirmando que él creía en la divinidad de Cristo y que deseaba ser siempre su seguidor y amigo, las autoridades paganas lo llevaron a la cárcel y lo condenaron y decretaron pena de muerte contra él. Cuando lo llevaban hacia el sitio de su martirio (en la vía Aurelia, a dos kilómetros de Roma) varios enviados del gobierno llegaron a ofrecerle grandes premios y muchas ayudas para el futuro si dejaba de decir que Cristo es Dios. El valiente joven proclamó con toda la valentía que él quería ser creyente en Cristo hasta el último momento de su vida. Entonces para obligarlo a desistir de sus creencias empezaron a azotarlo ferozmente mientras lo llevaban hacia el lugar donde lo iban a martirizar, pero mientras más lo azotaban, más fuertemente proclamaba él que Jesús es el Redentor del mundo. Varias personas al contemplar este maravilloso ejemplo de valentía se convirtieron al cristianismo.

Al llegar al sitio determinado, Pancracio dio las gracias a los verdugos por que le permitían ir tan pronto a encontrarse con Nuestro Señor Jesucristo, en el cielo, e invitó a todos los allí presentes a creer siempre en Jesucristo a pesar de todas las contrariedades y de todos los peligros. De muy buena voluntad se arrodilló y colocó su cabeza en el sitio donde iba a recibir el hachazo del verdugo y más parecía sentirse contento que temeroso al ofrecer su sangre y su vida por proclamar su fidelidad a la verdadera religión.

Allí en Roma se levantó un templo en honor de San Pancracio y por muchos siglos las muchedumbres han ido a venerar y admirar en ese templo el glorioso ejemplo de un valeroso muchacho de 14 años, que supo ofrecer su sangre y su vida por demostrar su fe en Dios y su amor por Jesucristo.

San Pancracio: ruégale a Dios por nuestra juventud que tiene tantos peligros de perder su fe y sus buenas costumbres.

sábado, 10 de mayo de 2025

11 DE MAYO SAN MAYOLO DE CLUNY ABAD

 

SAN MAYOLO DE CLUNY

ABAD




Hijo de Foquer, señor rico y poderoso en Provenza. Mayolo o también Mayeul nació en el año 906, en la pequeña villa de Valenzola. Sus padres murieron pronto, cuando Mayolo era aún muy joven. Pronto le ronda por la cabeza el pensamiento de abandonar sus muchas posesiones y retirarse a la soledad; pero antes de tomar esta determinación le obligan a salir de sus tierras los sarracenos que van haciendo incursiones desde España. Esta es la razón de refugiarse en Mâcon donde le conociera el obispo Bernon que le da la prebenda de un canonicato al ver sus buenas cualidades y disposiciones. Termina sus estudios en la entonces célebre escuela de Lyon de donde regresa para instruir en filosofía y teología al clero local, recibir el diaconado y ser nombrado arcediano, o sea, el primero del orden de los diáconos. Como el ministerio del diaconado lleva consigo preparar la mesa a los pobres, repartiéndoles las limosnas de la iglesia, su nuevo cargo le proporciona la ocasión de ejercitar la caridad limosnera de un modo poco común; de hecho, vende sus muebles, casas y tierras para repartirlos entre los más menesterosos, incrementando así las limosnas del obispo.


Quieren nombrarlo obispo de Besanzon a la muerte de Guifredo; pero se resiste y, temeroso de que se presenten otras ocasiones que no pueda declinar, se retira al claustro. Cluny la abadía recientemente fundada -en el 910, bajo la advocación de san Pedro apóstol y sometido a la autoridad del papa, por Guillermo, duque de Aquitania-, será su casa desde entonces, cuando su tercer abad es Aymardo. Se observa estrictamente la Orden de San Benito de Arriano. Allí le encargan de la biblioteca y le nombran apocrisario, una especie de legado para resolver asuntos fuera del convento y, de modo especial, los que se refieren a las relaciones con los nobles o los príncipes.

Pasa a ser abad de Cluny al quedarse Aymardo imposibilitado para el gobierno por la ceguera. Con el abad Mayolo es cuando la abadía más resplandece por su rectitud, disciplina y espíritu de reforma, volviéndose hacia ella los ojos de los príncipes, emperadores y papas.

La reforma propugnada por Cluny pasa a los monasterios de Alemania a petición del emperador Otón I y de la emperatriz Adelaida.

Las abadías de Marmontier de Turena, San German de Auxerre, Moutier-San-Juan, San Benito de Dijon y San Mauro de las Fosas, en las proximidades de París, conocen la reforma cluniacense en Francia. El mismo papa Benedicto VII encomienda al abad Mayolo la reforma del monasterio de Lerins.

Fue toda una labor apasionante y pletórica realizada sólo en diez años. Claro está que nada de esto hubiera podido realizarse con un espíritu pusilánime o sin oración, sin penitencia y sin su piedad recia que incluía el tierno amor a Santa María como queda expresado en sus peregrinaciones a los santuarios de Nuestra Señora de Valay y de Loreto.

No todos los trabajos fueron ad intra propiciando la reforma de los buenos. Tuvo también escarceos apostólicos y proselitistas con los infieles sarracenos durante el tiempo en que le tuvieron preso, en Pont-Ouvrier, y de quienes fue rescatado por una fuerte suma de dinero que pudo reunirse entre los frailes y con las ayudas de amigos y ricos nobles conocidos.

El emperador Otón II quiso que fuera elegido papa, pero topó con su firme negativa.

Cansado de trabajos y pensando que su misión estaba concluida, propone se elija a su fiel discípulo Odilón para sucederle y renuncia a ser abad. Pero, aunque anciano ya, le queda todavía una última aventura reformadora; fue Hugo, el fundador de la dinastía de los Capetos, quien le pide como rey de Francia que regrese a París para introducir la reforma en la abadía de san Dionisio; no supo negarse, se puso en camino y muere en el intento generoso de mejorar ese monasterio para bien de la Iglesia; en Souvigni, el 11 de Mayo del año 994, casi nonagenario, muere el reformador Mayolo, uno de los hombres más eminentes de la cristiandad del siglo X, organizador insigne que preparó el estallido de vitalidad del siglo XI. Su figura se presenta magnífica en la escena del siglo de hierro en un mundo que estaba en construcción. Además de extender la Orden de Cluny en influencia y prestigio para reformar el mundo cristiano, su obra se extiende a otros aspectos de la vida social: construye y restaura, favorece las letras e introduce las ideas cristianas en los gobiernos de Alemania, de Francia y de Italia y, además, es incapaz de contemplar a un necesitado sin derramar lágrimas.

La abadía de Cluny, el templo mayor del mundo hasta que en el siglo XVI se construyó en Roma la basílica de san Pedro, que llegó a ser uno de los más importantes centros religiosos, que preparó decisivamente el camino a la reforma gregoriana y que se convirtió en potente foco de radiación del románico europeo, está convertida hoy en un montón de ruinas sólo recuperadas para la posteridad en el papel y el diseño. Se cerró y arrasó en el 1790 por la Revolución francesa. Se entiende que no todas las revoluciones son respetuosas con la cultura, ni con el arte, ni con la historia o que quizá existan más interpretaciones de historia, de arte y de cultura.

viernes, 9 de mayo de 2025

10 DE MAYO SAN JUAN DE ÁVILA PRESBÍTERO

 

SAN JUAN DE ÁVILA

PRESBÍTERO




Patrono del clero secular español

PALABRA DE DIOS DIARIA

Nacido en Almodóvar del Campo, Ciudad Real (España), el 6 de enero de 1499 ó 1500. El año 1513 fue a estudiar leyes a Salamanca. Regresó a casa después de cuatro años y, aconsejado por un franciscano, estudió filosofía y teología. Al poco tiempo murieron sus padres. Fue ordenado sacerdote el año 1526. A su primera misa asistieron doce pobres que comieron a su mesa. El padre Juan de Ávila repartió sus bienes a los pobres y se entregó a la oración y a la enseñanza del catecismo. 

El año 1535, llamado por el obispo, marchó a Córdoba donde conoció a fray Luis de Granada. Allí organizó predicaciones por los pueblos obteniendo muchas conversiones de personas importantes. Dedicó también mucho tiempo al clero para quien fundó centros de estudios como los colegios de San Pelagio y de la Asunción. Al año siguiente, se desplazó a Granada a donde fue llamado para ayudar al arzobispo Gaspar de Ávalos en la fundación de la universidad. En esa ciudad tuvo lugar la conversión de san Juan de Dios, quien después de haber escuchado la predicación del padre Juan de Ávila decidió dedicar su vida a los pobres, enfermos y menesterosos.

El grupo sacerdotal de Juan de Ávila se formó en Granada hacia el año 1537. Los sacerdotes operarios, que se dedicaban a la predicación, vivían en comunidad, bajo la obediencia del maestro Ávila. Él les aconsejaba robustecer su vida interior: recibir frecuentemente la confesión y comunión, hacer dos horas de oración de mañana y tarde, y estudiar el Nuevo Testamento.

Juan acudió a Baeza (Jaén) en 1539, donde ayudó en la fundación de la Universidad, quizá su fundación más célebre. En todas las ciudades por donde pasaba, Juan de Ávila procuraba dejar la fundación de algún colegio o centro de estudios para sacerdotes: tres colegios mayores o universidades y once colegios. 

Desde 1551 comenzó a sentirse enfermo. Las molestias de su enfermedad le obligaron a residir en Montilla hasta su muerte. Su retiro le dio la posibilidad de escribir con calma sus cartas y preparar mejor sus sermones y tratados. Las cartas de Juan de Ávila llegaban a todo rincón de España e incluso de Roma. De todas partes le pedían consejo obispos, personas de gobierno, sacerdotes y seminaristas, discípulos, conversos, personas humildes, enfermos, religiosos y religiosas. Estuvo relacionado con grandes santos del siglo de oro español: Juan de Dios, Ignacio de Loyola, Francisco de Borja, Teresa de Jesús. Esta última le dio a examinar el libro de su vida.

Una de las virtudes principales del padre Juan de Ávila fue su gran amor a la Eucaristía. Ya enfermo, quiso ir a celebrar misa a una ermita, pero por el camino se sintió imposibilitado. Entonces, el Señor se le apareció, en figura de peregrino, y le animó a llegar hasta la meta. En una de las últimas ocasiones en que celebró la misa le habló el crucifijo: “Perdonados te son tus pecados”.

Murió el 10 de mayo de 1569. Santa Teresa, al enterarse de la muerte de Juan de Ávila, se puso a llorar. Cuando le preguntaron por qué lloraba, respondió: “Lloro porque la Iglesia de Dios pierde  a una gran columna”. Fue beatificado el 4 de abril de 1894 por el papa León XIII. Pío XII lo declaró Patrono del clero secular español el 2 de julio de 1946, y el papa Pablo VI lo canonizó el 31 de mayo de 1970.

jueves, 8 de mayo de 2025

9 DE MAYO SAN PACOMIO ABAD

 

SAN PACOMIO 

ABAD



La extraordinaria vida de los ermitaños, con sus mortificaciones a veces exageradas y con aquella especie de encarnizamiento en sobrecargarse de abstinencias, ayunos, vigilias, era verdaderamente la traducción práctica del Evangelio. Su soledad podía de hecho tapar el engaño de sus extravagancias y de su orgullo. 

Para eliminar este peligro un monje egipcio del siglo IV, San Pacomio, tuvo la idea de una nueva forma de monaquismo: el cenobitismo, o la vida en común, donde la disciplina y la autoridad reemplazaba la anarquía de los anacoretas. 

Educó a sus monjes a la vida en común, constituyendo, poco lejos de las riberas del Nilo, la primera “koinonía”, una comunidad cristiana, a imitación de la fundada por los apóstoles en Jerusalén, basada en la comunión en la oración, en el trabajo y en el alimento y concretada en el servicio recíproco. El documento fundamental que regulaba esta vida era la Sagrada Escritura, que el monje aprendía de memoria y recitaba en voz baja durante el trabajo manual. Esta era también la forma principal de oración: un contacto con Dios mediante el sacramento de la Palabra. 

San Pacomio nació en el Alto Egipto el año 287, de padres paganos. Enrolado a la fuerza en el ejército Imperial a la edad de 20 años, acabó en prisión en Tebas con todos los reclutas. Protegidos por la oscuridad, por la noche los cristianos les llevaban un poco de alimento. El gesto de los desconocidos conmovió a Pacomio, quien preguntó quién los incitaría a traer esto. “El Dios de los cielos” fue la respuesta de los cristianos. Aquella noche Pacomio rezó al Dios de los cristianos que lo liberara de las cadenas, prometiéndole a cambio dedicar su propia vida a su servicio. 

Tan pronto recobró su libertad cumplió el voto uniéndose a una comunidad cristiana de una aldea del sur, la actual Kasr-es-Sayad en donde tuvo instrucción necesaria para recibir el bautismo.

Por algún tiempo llevó una vida de asceta entregándose al servicio de la gente del lugar, después se puso por siete años bajo la guía de un monje anciano, Palamone. Durante un paréntesis de soledad en el desierto una voz misteriosa lo invitó a establecer su residencia en aquel lugar, al cual después habrían llegado numerosos discípulos. A la muerte de Pacomio, los monasterios masculinos eran nueve, más uno femenino. 

Del santo se desconoce el lugar de la sepultura, pues en su lecho de muerte dijo al discípulo Teodoro que escondiera sus restos para evitar que sobre su tumba edificaran una iglesia, a imitación de los “martyrion” o capillas construidas en las tumbas de los mártires.

miércoles, 7 de mayo de 2025

8 DE MAYO NUESTRA SEÑORA DE LUJAN PATRONA DE ARGENTINA

 

NUESTRA SEÑORA DE LUJAN



PATRONA DE LA ARGENTINA


PALABRA DE DIOS DIARIA

A 60 kilómetros al oeste de Buenos Aires se halla la villa de Luján. En 1630 no había en aquel paraje ningún rastro de población y sólo era frecuentado por las caravanas de carretas y las recuas de mulas tucumanas que bajaban o subían del puerto de Buenos Aires.

Sucedió que un portugués dueño de una estancia, a cuarenta leguas de la ciudad, trató de erigir en ella una modesta capilla dedicada a la Inmaculada Concepción de la Virgen. Para esto le pidió a un amigo de Brasil que le envíe una imagen pequeña de la Virgen en aquel misterio. Su amigo le envió dos imágenes en bulto: una que representaba a María en su Inmaculada Concepción y que hoy se venera en el santuario de Lujan y otra que tenía en sus brazos al Niño Jesús y ahora es venerada en Sumampa.

Partió entonces de Buenos Aires el encargado de conducir las imágenes. En la tarde del tercer día se detuvo la caravana para pasar la noche y al día siguiente el conductor de las imágenes preparó los bueyes para proseguir el viaje pero éstos no se movían. Vinieron en su ayuda troperos y peones pero no tuvieron suerte. Finalmente juzgaron que era necesario aliviar el peso de la carreta. Descargaron las imágenes y en ese momento los bueyes pudieron moverse con facilidad. Queriendo cerciorarse si el obstáculo provenía de las imágenes las pusieron nuevamente en la carreta y no se pudo mover. Entonces viendo que las imágenes se querían quedar en aquel lugar decidieron que una de ellas permaneciera en la Cañada y la entregaron al dueño de esas tierras. La fama del prodigio corrió hasta Buenos Aires y no faltaron quienes emprendieron un viaje a Luján para contemplar la imagen.

En 1887 la imagen fue coronada canónicamente por el Papa León XIII

martes, 6 de mayo de 2025

7 DE MAYO SANTA FLAVIA DOMITILA MÁRTIR

 

SANTA FLAVIA DOMITILA


MÁRTIR



En Roma, conmemoración de santa Domitila, mártir, que, siendo hija de la hermana del cónsul Flavio Clemente, fue acusada durante la persecución bajo el emperador Domiciano de haber renegado de los dioses paganos y, por ello, por su fe en Cristo, junto con otros muchos cristianos fue desterrada a la isla de Ponza, en el Lacio, en la que padeció un prolongado martirio (s. I/II).

Etimológicamente: Flavia = Aquella de cabellos dorados, es de origen latino.

El emperador es Vespasiano. Flavio Clemente es su sobrino, está casado con Flavia Domitila, se han hecho cristianos y es cónsul en el año 95. Tiene dos primos carnales que son Tito y Domiciano que, al no tener descendencia directa masculina, deberían dejar su puesto a uno de los hijos de Flavio Clemente según el derecho romano; poco faltó para que la Iglesia tuviera en el primer siglo un emperador cristiano, pero no sólo no fue así, sino que el emperador Domiciano desató una violenta persecución. 

No distinguían muy bien por aquel entonces los que mandaban en Roma entre judíos y cristianos; los llaman simplemente paganos porque ni unos ni otros adoraban imágenes por seguir los Libros Santos. Vespasiano y Tito habían hecho la guerra y destruido la Ciudad Santa; los judíos y cristianos -que para ellos es igual- deben pagar impuestos. Como las cuentas cantan, Domiciano advierte por el monto de la recaudación el gran número de paganos que hay en el Imperio y ve que están presentes en todos los estamentos. Piensa que la depuración étnica se impone y Flavio Clemente, entre muchos, es denunciado -dice Suetonio «con acusaciones muy endebles»- y martirizado junto con su mujer o quizá ésta fuera mandada al destierro a la isla de Pandataria, como era costumbre entre los romanos para la gente noble. Así se concluyen los datos que proporciona la historia bien documentada. 

Pero así como la historia ofrece unos datos seguros y fiables, la leyenda marca el paso de la historia a la ficción en la historia novelada para gusto y edificación de los cristianos cuando se habla de Flavia Domitila. Más que admitir la existencia de dos Flavias en el mismo tiempo y lugar, según los datos que se tienen, parece lo más probable y sensato aceptar la lectura en novela de la mártir Flavia Domitila, desdoblada.

Así nos encontramos con una novela de altos vuelos literarios en la que, con la base firme de la existencia de una mártir perteneciente a la más alta nobleza, se narra el destierro de Flavia, joven prometida de un joven pagano llamado Aureliano; los soldados Nereo y Aquileo, terminan por convencer a la novia para que acepte la virginidad rechazando la boda prevista. Se anota la esperada reacción violenta del joven pagano despreciado: denuncia como cristiana a la novia y la destierran a la isla de Poncia. La imaginación del autor hace intervenir al papa Clemente consagrando la virginidad de Flavia Domitila. Hay enredos entre amigos de la magia y adivinación por una parte y testigos que narran lo que pasó entre Pedro y Simón, el mago, por otra. 

La protagonista que ocupa el centro del relato es un ejemplo de pulcritud y sensatez, mantiene el nervio de la historia con la valentía del seguimiento a Jesús ante la autoridad constituida, apareciendo también momentos de dudas que mantienen el suspense sobre los inciertos resultados de su elección, y ¡cómo no! su apostolado. Se desarrolla abundante doctrina para proclamar -en demasía- la excelencia de la virginidad sobre el matrimonio. El guión no está exento de elementos dramáticos que mantienen la atención de los lectores y oyentes con los enredos de seducción por parte de Aureliano, que acaba dramáticamente muerto por la decepción y el rechazo. También se condenan las orgías propias del tiempo y la vanagloria de quien no tiene más perspectiva que la vida presente. La vuelta del destierro, además de poner fin a la preciosa novela ejemplar, sirve para describir el martirio con formas adecuadas al estilo del relato: Flavia Domilitila y sus dos sirvientas neoconversas por su ejemplo y palabras -también vírgenes cristianas- acaban quemadas vivas en su propia casa de Terracina por denuncia de paganos.

lunes, 5 de mayo de 2025

6 DE MAYO SAN EVODIO DE ANTIOQUÍA OBISPO

 


SAN EVODIO DE ANTIOQUÍA 

OBISPO







Martirologio Romano 1956: En Antioquía, san Evodio, el cual, como escribe san Ignacio a los Antioquenos, fue el primer Obispo, ordenado allí por el Apóstol san Pedro, y terminó la vida con glorioso martirio. († c.69)

Primer obispo de Antioquía después de San Pedro. Eusebio lo menciona así en su "Historia": "Y Evodio habiendo sido establecido como primer [obispo] de Antioquía, Ignacio floreció en este momento" (III, 22). El tiempo mencionado es el de Clemente de Roma y de Trajano, de los cuales Eusebio acaba de hablar. 

Harnack ha demostrado (después de descartar una teoría propia anterior) que Eusebio tenía una lista de los obispos de Antioquía, que no tenía sus fechas, y que se vio obligado a sincronizarlos aproximadamente con los Papas. Parece seguro que él tomó las tres listas episcopales de Roma, Alejandría y Antioquía de la "Cronografía", que Julio Africano publicó en 221. La "Crónica de Eusebio" se ha perdido, pero en la traducción de San Jerónimo de la misma encontramos en tres años sucesivos las tres entradas: 

1.- Que Pedro, habiendo fundado la Iglesia de Antioquía, es enviado a Roma, donde persevera como obispo durante 25 años;

2.- Que Marcos, el intérprete de Pedro, predica a Cristo en Egipto y Alejandría, y

3.-Que Evodio es ordenado primer obispo de Antioquía.

No tenemos ninguna mención de Evodio antes de la de Africano, pero ésta se ve confirmada por su contemporáneo, Orígenes, quien llama Ignacio al segundo obispo después de Pedro (Hom. IV, en Luc., III, 938A). Es curioso que la ordenación de Evodio no debiera haber sido dada en la "Cronografía" en el mismo año que la fundación de la Iglesia Antioqueña por Pedro, y Hort supone que las tres entradas deben haber pertenecido a un solo año en Eusebio; pero la evidencia no está a favor de esta simplificación. El año de la accesión de Ignacio, que es el de la muerte de Evodio, era desconocido para Eusebio, pues simplemente lo coloca en la "Crónica", junto con la muerte de Pedro y la accesión de Lino en Roma (Nerón 14-68), mientras que en la "Historia" lo menciona al comienzo del reinado de Trajano.

La fama de Ignacio causó que escritores posteriores, como San Atanasio y San Juan Crisóstomo, hablasen de él como si hubiese sido el sucesor inmediato de los Apóstoles. Jerónimo (De Vir. Ill., 16) y Sócrates (HE, VI, 8) lo llaman el "tercer" obispo después de San Pedro, pero esto es sólo porque ilógicamente incluyen a Pedro entre sus propios sucesores. Teodoreto y Pseudo-Ignacio representan a Ignacio como consagrado por Pedro. La dificultad que surgió así sobre Evodio se resolvió en las Constituciones Apostólicas que afirman que Evodio fue ordenado por Pedro e Ignacio por Pablo. El cronógrafo bizantino, Juan Malalas (X, 252), relata que cuando Pedro iba de camino a Roma pasó por la gran ciudad de Antioquía, sucedió que Evodo (sic), el obispo y patriarca, murió y lo sucedió Ignacio; él le atribuye a Evodio la invención del nombre cristiano. Salmon no parece estar justificado en suponer que Malalas le atribuye cualquiera de esta información a Teófilo, el obispo de Antioquía del siglo II. Podemos estar seguros que Evodio es un personaje histórico, y realmente fue el predecesor de San Ignacio, pero las fechas de su ordenación y muerte son realmente inciertas. Ningún testigo anterior lo menciona como mártir.

Los griegos conmemoran juntos a “Evodo” y a Onesíforo (2 Tim. 1,16) como de los setenta discípulos y como mártires el 29 de abril, y también el 7 de septiembre. Evodio era desconocido para los martirologios occidentales, el Jeronimiano y los de Beda y Floro; pero Ado lo introdujo en el día 6 de mayo en el llamado "Martyrologium Romanum parvum" (el cual no preparó mucho antes de 860) y en su propia obra. Su fuente fue Pseudo-Ignacio, a quien cita en el “Libellus de fest. Apost." prefijado al martirologio propio. De él llegó la anotación a Usuardo y al resto, y al presente Martirologio Romano.