FELIZ NAVIDAD

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P. Francisco J. Rebollo Leòn SIERVOS DEL DIVINO AMOR

lunes, 31 de agosto de 2020

1 DE SEPTIEMBRE SAN JOSUÉ PATRIARCA DEL A.T.

SAN JOSÚE 

PATRIARCA DEL A.T.


SAN JOSU



Conmemoración de san Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, que al recibir la imposición de manos por Moisés, fue lleno del espíritu de sabiduría, y a la muerte de Moisés introdujo de modo maravilloso al pueblo de Israel, cruzando el Jordán, en la tierra de promisión (Jos, 1, 1).

Muerto Moisés, Josué es el capitán que introducirá a su gente Tierra Prometida. Ya era la hora de poseer la tierra que Dios prometió a los israelitas al sacarlos de Egipto. Han pasado cuarenta años. Es un pueblo joven el que está en las proximidades de Canán. Son los hijos de los que Yavé sacó con mano poderosa. Se han curtido en el desierto inhóspito donde han vivido del mimo de Dios y presenciando a diario sus grandezas. Tienen esculpida en su alma la idea de que sólo en la fidelidad a la Alianza tienen garantía de la protección de Dios.


Josué es un varón pletórico de fe y casto, joven y fuerte, que mantiene la seguridad de que será Dios quien vencerá a los poderosos habitantes de la tierra que se les da en posesión. Tienen que pelearla, pero sólo Dios les dará la victoria.

Jericó es la plaza fuerte que les abrirá las puertas a la conquista. Posee murallas duras y sus habitantes están aprestados a defenderla.

Es Dios quien habla ahora con Josué, como antes lo hiciera con Moisés, dándole instrucciones para la empresa. No se le pedirá pasividad, sino una disposición absoluta al misterio. La táctica guerrera sugerida es la más impensada y la menos descrita en las praxis de la guerra: hay que dar vueltas a la ciudad, cantando y tocando las trompetas. Así se caerán las potentes murallas de defensa.

Sin un "pero" de Josué y con la presteza originada por la fe sucede como Dios dice. Y es que Dios se ríe de las encuestas, la lógica humana se ve superada en su potencia y las estadísticas de los hombres se tornan enanas en su presencia. Sin embargo, la fe hace que se derriben las más altas murallas de la tierra.

domingo, 30 de agosto de 2020

31 DE AGOSTO SAN RAMÓN NONATO CARDENAL

SAN RAMÓN NONATO

CARDENAL


SAN RAMON NONATO


Religioso, cardenal, Patrón de las parturientas

PALABRA DE DIOS DIARIA



En Cardona, de Cataluña, san Ramón Nonato, que fue uno de los primeros socios de san Pedro Nolasco en la Orden de la Bienaventurada Virgen María de la Merced, y es tradición que, por el nombre de Cristo, sufrió mucho para la redención de los cautivos (c. 1240).

Fecha de canonización: Fue canonizado en 1657 por el Papa Alejandro VII

Nació en los mismos comienzos del siglo XIII.

Su nombre deja boquiabierto a quien lo oye o lo lee por primera vez. Nonnato -Nonato por más breve- sugiere a un santo sólo potencial; como si la palabra fuera un slogan publicitario que estuviera invitando a quien lo lee o escucha a que se decidiera a iniciar una programa que acabara con la santidad del guión preestablecido. De hecho, significa no-nacido. ¿Pretenderá decir el extraño nombre que, por no haber nacido todavía el santo que rellene el expediente completo de sus cualidades y virtudes, está como esperando la Iglesia a que haya uno que se decida de una vez a reproducirlas? Eso sería, lógicamente, confundir la santidad como algo que brota de la voluntad y decisión humana, cuando ella es en verdad el resultado de la acción del Espíritu Santo con quien se coopera libremente. Sería sencillamente pelagianismo.

El calificativo -que ha pasado ya a ser nombre- le viene a Ramón por el hecho de haber sido sacado del claustro materno, por medio de una intervención quirúrgica, cuando ya había muerto su madre. Por eso no nació como nacen normalmente los niños, lo extrajeron. Fue en Portell, en Lérida, cuando se iniciaba el siglo XIII.

La buena y alta situación de su padre le posibilitó crecer en buen ambiente y formación, aunque sin el cariño y los cuidados de una madre. Cuentan de su primera juventud la devoción especialísima a la santísima Virgen que le llevaba con frecuencia a visitar la ermita de san Nicolás donde pasaba ratos mientras sus rebaños pastaban. Luego su padre quiso irlo incorporando poco a poco a las tareas de administración de sus posesiones y esa fue la razón por la que se le encuentra en Barcelona en el intento de aprender letras y números. Allí tuvo ocasión de trabar amistad con Pedro Nolasco -que por aquel entonces era comerciante- y de compartir mutuamente los deseos de fidelidad a la fe cristiana vivida con radicalidad, llegando incluso a considerar la posibilidad de entrar en el estado clerical.

Como el padre disfruta de un gran sentido práctico, lo reincorpora al terruño de Portell y le encarga la explotación de varias de sus fincas. Pero, sigue diciendo la antigua crónica, que la misma Virgen María le comunica su deseo de que ingrese en la recién fundada Orden de la Merced y allí está de nuevo en Barcelona puesto a disposición completa en las manos de su antes amigo Pedro Nolasco.

Noviciado, profesión, ordenación sacerdotal y ministerio en el hospital de santa Eulalia se suceden con la normalidad propia de quien tiene prisa para cumplir el cuarto voto mercedario consistente en redimir a los cautivos y servir de rehén en su lugar si procede.

En el norte del continente negro predica, consuela, cura, fortalece, atiende y transmite paciencia a los cautivos de los piratas berberiscos; comprende bien su situación y se hace cargo de que están rodeados de todos los peligros para su fe. Incluso él mismo tuvo que soportar cárcel y la tortura de que sellaran sus labios por ocho meses con un candado para impedirle la predicación.

A su vuelta a España entre el clamor de las multitudes, lo nombra Cardenal de la Iglesia el papa Gregorio IX, reconociendo sus méritos y virtud de la caridad practicada de modo heroico; pero no le dio tiempo a llegar a Roma por morir, antes de cumplir los cuarenta años, cuando se disponía a hacerlo.

Por el empeño de hacerse cargo de su cuerpo tanto los frailes mercedarios como los nobles señores de Cardona, decidieron de común acuerdo darle sepultura allá donde lo decidiera una mula ciega que lo llevó a lomos hasta que quiso pararse ante la ermita de San Nicolás, de Portell.

Desaparecieron las reliquias, irrecuperables ya para la veneración, en el año 1936.

Lo que no ha sido relegado al olvido por sus paisanos es la figura del santo y su acción caritativa. Esa devoción secular que se refleja incluso en las fiestas y en el folclore. No digamos nada sobre la devoción que le profesan todas las parturientas que lo tienen como especial patrón para su trance.

Se divulgó por el mundo la pintura que lo muestra con la Custodia en la mano derecha expresando así la fuente de su caridad con los hombres.

sábado, 29 de agosto de 2020

30 DE AGOSTO SANTA ROSA DE LIMA

SANTA ROSA DE LIMA



PALABRA DE DIOS DIARIA

El Papa Inocencio IX dijo de esta santa un elogio admirable: "Probablemente no ha habido en América un misionero que con sus predicaciones haya logrado más conversiones que las que Rosa de Lima obtuvo con su oración y sus mortificaciones". Lo cual es mucho decir.

Isabel Flores de Oliva, hija de Gaspar de Flores y María de Oliva, que por su belleza recibió popularmente el nombre de "Rosa" al que ella añadió "de Santa María" En el bautizo le pusieron el nombre de Isabel, pero luego la mamá al ver que al paso de los años su rostro se volvía sonrosado y hermoso como una rosa, empezó a llamarla con el nombre de Rosa. Y el Sr. Arzobispo al darle la confirmación le puso definitivamente ese nombre, con el cual es conocida ahora en todo el mundo.

En los años en que nació Santa Rosa de Lima, la sociedad de su época, propia de un periodo colonial, esta orientada en varios aspectos por el ideal de tener más. Hay allí familias pudientes, otras de pequeños propietarios y la gran mayoría de campesinos, negros y mulatos, que son tratados como esclavos. La familia de Rosa es de pequeños propietarios. Los padres de Rosa se esfuerzan en darle una seria educación humana además de proporcionarle una sólida formación en la fe.

Lima tiene una comunidad pionera en la evangelización: el convento de Santo Domingo. Allí los seglares pueden participar en la liturgia, reunirse a meditar la Palabra de Dios y colaborar temporalmente en los puestos misionales o "doctrinas".

Desde pequeñita Rosa tuvo una gran inclinación a la oración y a la meditación. Un día rezando ante una imagen de la Virgen María le pareció que el niño Jesús le decía: "Rosa conságrame a mí todo tu amor". Y en adelante se propuso no vivir sino para amar a Jesucristo. Y al ir a su hermano decir que si muchos hombres se enamoraban perdidamente era por la atracción de una larga cabellera ó de una piel muy hermosa, se cortó el cabello y se propuso llevar el rostro cubierto con un velo, para no ser motivo de tentaciones para nadie. Quería dedicarse únicamente a amar a Jesucristo.

Rosa en su interior vive un dilema: por un lado siente vocación de religiosa contemplativa y, por otros, percibe la imperiosa llamada a realizar esta vocación en el interior de su familia, trabajando por el Reino de Dios desde fuera del convento, esto sucedió así:

Se había propuesto irse de monja agustina. Pero el día en que fue a arrodillarse ante la imagen de la Virgen Santísima para pedirle que le iluminara si debía irse de monja ó no, sintió que no podía levantarse del suelo donde estaba arrodillada. Llamó a su hermano a que le ayudara a levantarse pero él tampoco fue capaz de moverla de allí. Entonces se dio cuenta de que la voluntad de Dios era otra y le dijo a Nuestra Señora: "Oh Madre Celestial, si Dios no quiere que yo me vaya a un convento, desisto desde ahora de su idea". Tan pronto pronunció estas palabras quedó totalmente sin parálisis y se pudo levantar del suelo fácilmente.

A sus 20 años encuentra el camino: ser pobre por la fraternidad universal ingresando en la Orden de Predicadores, en su movimiento seglar, había sucedido que ella vino a saber que la más famosa terciaria dominica es Santa Catalina de Siena (29 de abril) y se propuso estudiar su vida e imitarla en todo. Y lo logró de manera admirable. Se fabricó una túnica blanca y el manto negro y el velo también negro para la cabeza, y así empezó a asistir a las reuniones religiosas del templo.

Su padre fracasó en el negocio de una mina y la familia quedó en gran pobreza. Entonces Rosa se dedicó durante varias horas de cada día a cultivar un huerto en el solar de la casa y durante varias horas de la noche a hacer costuras, para ayudar a los gastos del hogar. Como dominica seglar da clases a los niños, incluyendo aprendizaje de instrumentos musicales (guitarra, arpa, cítara). En aquel hogar la vida es sencilla, pero lo necesario nunca falta.

Participa en la Eucaristía en el Convento de Santo Domingo. Al fondo de su casa, en la huerta de sus padres, construye una cabaña, una ermita, con el fin de asimilar más el Evangelio en la oración; allí entra en comunión con Dios, con los hombres y con la naturaleza. Sólo Dios la va retribuyendo y ella se va forjando como mujer de "contemplación en lo secreto". A esto une una serie de mortificaciones. Explica en sus escritos que la mortificación es necesaria para ser saciados por el Espíritu de Dios, para vivir orientados por el Espíritu Santo, para renovar la faz de la tierra a partir de uno mismo. Frente a sus prójimos es una mujer comprensiva: disculpa los errores de los demás, persona las injurias, se empeña en hacer retornar al buen camino a los pecadores, socorre a los enfermos. Se esfuerza en la misericordia y la compasión.

Es difícil encontrar en América otro caso de mujer que haya hecho mayores penitencias, lo primero que se propuso mortificar fue su orgullo, su amor propio, su deseo de aparecer y de ser admirada y conocida. Y en ella, como en todas las cenicientas del mundo se ha cumplido lo que dijo Jesús: "quien se humilla será enaltecido".-

Una segunda penitencia de Rosa de Lima fue la de los alimentos. Su ayuno era casi continuo. Y su abstinencia de carnes era perpetua. Comía lo mínimo necesario para no desfallecer de debilidad. Aún los días de mayores calores, no tomaba bebidas refrescantes de ninguna clase, y aunque a veces la sed la atormentaba, le bastaba mirar el crucifijo y recordar la sed de Jesús en la cruz, para tener valor y seguir aguantando su sed, por amor a Dios.

Dormía sobre duras tablas, con un palo por almohada. Alguna vez que le empezaron a llegar deseos de cambiar sus tablas por un colchón y una almohada, miró al crucifijo y le pareció que Jesús le decía: "Mi cruz, era mucho más cruel que todo esto". Y desde ese día nunca más volvió a pensar en buscar un lecho más cómodo.

Los últimos años vivía continuamente en un ambiente de oración mística, con la mente casi ya más en el cielo que en la tierra. Su oración y sus sacrificios y penitencias conseguían numerosas conversiones de pecadores, y aumento de fervor en muchos religiosos y sacerdotes. En la ciudad de Lima había ya una convicción general de que esta muchacha era una verdadera santa.-

Rosa de Lima, pasó los tres últimos años de su vida en la casa de Don Gonzalo de Massa, desde 1614 a 1617. Don Gonzalo era un empleado rico del gobierno y su esposa, María de Uzategui, tenía un gran aprecio por Rosa. Durante la penosa y larga enfermedad que precedió a su muerte, la oración de la joven era: "Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor".

Desde 1614 ya cada año al llegar la fiesta de San Bartolomé, el 24 de agosto, demuestra su gran alegría. Y explica el porqué de este comportamiento: "Es que en una fiesta de San Bartolomé iré para siempre a estar cerca de mi redentor Jesucristo". Y así sucedió. El 24 de agosto del año 1617, después de terrible y dolorosa agonía, expiró con la alegría de irse a estar para siempre junto al amadísimo Salvador a los 31 años.

Y a esta muchacha de condición económica pobre y sin muchos estudios, le hicieron un funeral poco común en la ciudad de Lima. La primera cuadra llevaron su ataúd los monseñores de la catedral, como lo hacían cuando moría un arzobispo. La segunda cuadra lo llevaron los senadores (u oidores), como lo hacían cuando moría un virrey. Y la tercera cuadra lo llevaron los religiosos de las Comunidades, para demostrarle su gran veneración. El entierro hubo que postponerlo porque inmensas multitudes querían visitar su cadáver, y filas interminables de fieles pasaban con devota veneración frente a él. Después la sepultaron en una de las paredes del templo

Su cuerpo se venera en la Basílica dominicana de Santo Domingo en Lima. Fue canonizada por Clemente X el 12 de abril de 1671. Desde ese año Toda América Meridional y Filipinas la veneran como patrona.

Así es, como es celebrada como la primera flor de santidad de América, insigne por la fragancia de su penitencia y oración. Dotada de brillantes cualidades y dotes de ingenio que tuvo ya desde niña se consagra al Señor con voto de virginidad. Sintió profunda veneración por Santa Catalina de Siena, con quien se advierte una sorprendente afinidad, así fue como por ello decidió en 1606, inscribirse en la Orden Seglar Dominicana para darse más plenamente a la perfección evangélica.

Esta amante de la soledad dedicó gran parte del tiempo a la contemplación deseando también introducir a otros en los arcanos de la "oración secreta", divulgando para ello libros espirituales. Anima a los sacerdotes para que atraigan a todos al amor a la oración.

Recluida frecuentemente en la pequeña ermita que se hizo en el huerto de sus padres, abrirá su alma a la obra misionera de la Iglesia con celo ardiente por la salvación de los pecadores y de los "indios". Por ellos desea dar su vida y se entrega a duras penitencias, para ganarlos a Cristo. Durante quince años soportará gran aridez espiritual como crisol purificador. También destaca por sus obras de misericordia con los necesitados y oprimidos.

Rosa arde en amor a Jesús en la Eucaristía y en honda piedad para con su Madre, cuyo rosario propaga con infatigable celo, estimando que todo cristiano "debe predicarlo con la palabra y tenerlo grabado en el corazón".

Los milagros empezaron a sucederse en favor de los que invocaban la intercesión de Rosa, y el sumo pontífice la declaró santa y la proclamó Patrona de América Latina, Rosa de Lima, es la más bella rosa que ha producido nuestro continente.

viernes, 28 de agosto de 2020

29 DE AGOSTO MARTIRIO DE SAN JUAN BAUTISTA

MARTIRIO DE SAN JUAN BAUTISTA



PALABRA DE DIOS DIARIA

Memoria del martirio de san Juan Bautista, al que Herodes Antipas retuvo encarcelado en la fortaleza de Maqueronte y a quien, en el día de su cumpleaños, mandó decapitar a petición de la hija de Herodías. De esta suerte, el Precursor del Señor, como lámpara encendida y resplandeciente, tanto en la muerte como en la vida dio testimonio de la verdad (s. I).

El evangelio de San Marcos nos narra de la siguiente manera la muerte del gran precursor, San Juan Bautista: "Herodes había mandado poner preso a Juan Bautista, y lo había llevado encadenado a la prisión, por causa de Herodías, esposa de su hermano Filipos, con la cual Herodes se había ido a vivir en unión libre. Porque Juan le decía a Herodes: "No le está permitido irse a vivir con la mujer de su hermano". Herodías le tenía un gran odio por esto a Juan Bautista y quería hacerlo matar, pero no podía porque Herodes le tenía un profundo respeto a Juan y lo consideraba un hombre santo, y lo protegía y al oírlo hablar se quedaba pensativo y temeroso, y lo escuchaba con gusto". 

"Pero llegó el día oportuno, cuando Herodes en su cumpleaños dio un gran banquete a todos los principales de la ciudad. Entró a la fiesta la hija de Herodías y bailó, el baile le gustó mucho a Herodes, y le prometió con juramento: "Pídeme lo que quieras y te lo daré, aunque sea la mitad de mi reino".

La muchacha fue donde su madre y le preguntó: "¿Qué debo pedir?". Ella le dijo: "Pida la cabeza de Juan Bautista". Ella entró corriendo a donde estaba el rey y le dijo: "Quiero que ahora mismo me des en una bandeja, la cabeza de Juan Bautista".

El rey se llenó de tristeza, pero para no contrariar a la muchacha y porque se imaginaba que debía cumplir ese vano juramento, mandó a uno de su guardia a que fuera a la cárcel y le trajera la cabeza de Juan. El otro fue a la prisión, le cortó la cabeza y la trajo en una bandeja y se la dio a la muchacha y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse los discípulos de Juan vinieron y le dieron sepultura (S. Marcos 6,17).

Herodes Antipas había cometido un pecado que escandalizaba a los judíos porque esta muy prohibido por la Santa Biblia y por la ley moral. Se había ido a vivir con la esposa de su hermano. Juan Bautista lo denunció públicamente. Se necesitaba mucho valor para hacer una denuncia como esta porque esos reyes de oriente eran muy déspotas y mandaban matar sin más ni más a quien se atrevía a echarles en cara sus errores.

Herodes al principio se contentó solamente con poner preso a Juan, porque sentía un gran respeto por él. Pero la adúltera Herodías estaba alerta para mandar matar en la primera ocasión que se le presentara, al que le decía a su concubino que era pecado esa vida que estaban llevando.

Cuando pidieron la cabeza de Juan Bautista el rey sintió enorme tristeza porque estimaba mucho a Juan y estaba convencido de que era un santo y cada vez que le oía hablar de Dios y del alma se sentía profundamente conmovido. Pero por no quedar mal con sus compinches que le habían oído su tonto juramento (que en verdad no le podía obligar, porque al que jura hacer algo malo, nunca le obliga a cumplir eso que ha jurado) y por no disgustar a esa malvada, mandó matar al santo precursor.

Este es un caso típico de cómo un pecado lleva a cometer otro pecado. Herodes y Herodías empezaron siendo adúlteros y terminaron siendo asesinos. El pecado del adulterio los llevó al crimen, al asesinato de un santo.

Juan murió mártir de su deber, porque él había leído la recomendación que el profeta Isaías hace a los predicadores: "Cuidado: no vayan a ser perros mudos que no ladran cuando llegan los ladrones a robar". El Bautista vio que llegaban los enemigos del alma a robarse la salvación de Herodes y de su concubina y habló fuertemente. Ese era su deber. Y tuvo la enorme dicha de morir por proclamar que es necesario cumplir las leyes de Dios y de la moral. Fue un verdadero mártir.

Una antigua tradición cuenta que Herodías años más tarde estaba caminando sobre un río congelado y el hielo se abrió y ella se consumió hasta el cuello y el hielo se cerró y la mató. Puede haber sido así o no. Pero lo que sí es histórico es que Herodes Antipas fue desterrado después a un país lejano, con su concubina. Y que el padre de su primera esposa (a la cual él había alejado para quedarse con Herodías) invadió con sus Nabateos el territorio de Antipas y le hizo enormes daños. Es que no hay pecado que se quede sin su respectivo castigo.

jueves, 27 de agosto de 2020

28 DE AGOSTO SAN AGUSTÍN OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA

SAN AGUSTÍN

OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA




Obispo de Hipona 

PALABRA DE DIOS DIARIA

Memoria de san Agustín, obispo y doctor eximio de la Iglesia, el cual, después de una adolescencia inquieta por cuestiones doctrinales y libres costumbres, se convirtió a la fe católica y fue bautizado por san Ambrosio de Milán. Vuelto a su patria, llevó con algunos amigos una vida ascética y entregada al estudio de las Sagradas Escrituras. Elegido después obispo de Hipona, en África, siendo modelo de su grey, la instruyó con abundantes sermones y escritos, con los que también combatió valientemente contra los errores de su tiempo e iluminó con sabiduría la recta fe (430).

Etimológicamente: Agustín = Aquel que es venerado, es de origen latino.

Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.

San Agustín es doctor de la Iglesia, y el más grande de los Padres de la Iglesia, escribió muchos libros de gran valor para la Iglesia y el mundo. 

Nació el 13 de noviembre del año 354, en el norte de África. Su madre fue Santa Mónica. Su padre era un hombre pagano de carácter violento.

Santa Mónica había enseñado a su hijo a orar y lo había instruido en la fe. San Agustín cayó gravemente enfermo y pidió que le dieran el Bautismo, pero luego se curó y no se llegó a bautizar. A los estudios se entregó apasionadamente pero, poco a poco, se dejó arrastrar por una vida desordenada. 

A los 17 años se unió a una mujer y con ella tuvo un hijo, al que llamaron Adeodato.

Estudió retórica y filosofía. Compartió la corriente del Maniqueísmo, la cual sostiene que el espíritu es el principio de todo bien y la materia, el principio de todo mal.

Diez años después, abandonó este pensamiento. En Milán, obtuvo la Cátedra de Retórica y fue muy bien recibido por San Ambrosio, el Obispo de la ciudad. Agustín, al comenzar a escuchar sus sermones, cambió la opinión que tenía acerca de la Iglesia, de la fe, y de la imagen de Dios.

Santa Mónica trataba de convertirle a través de la oración. Lo había seguido a Milán y quería que se casara con la madre de Adeodato, pero ella decidió regresar a África y dejar al niño con su padre.
Agustín estaba convencido de que la verdad estaba en la Iglesia, pero se resistía a convertirse. 

Comprendía el valor de la castidad, pero se le hacía difícil practicarla, lo cual le dificultaba la total conversión al cristianismo. Él decía: “Lo haré pronto, poco a poco; dame más tiempo”. Pero ese “pronto” no llegaba nunca.

Un amigo de Agustín fue a visitarlo y le contó la vida de San Antonio, la cual le impresionó mucho. Él comprendía que era tiempo de avanzar por el camino correcto. Se decía “¿Hasta cuándo? ¿Hasta mañana? ¿Por qué no hoy?”. Mientras repetía esto, oyó la voz de un niño de la casa vecina que cantaba: “toma y lee, toma y lee”. En ese momento, le vino a la memoria que San Antonio se había convertido al escuchar la lectura de un pasaje del Evangelio. San Agustín interpretó las palabras del niño como una señal del Cielo. Dejó de llorar y se dirigió a donde estaba su amigo que tenía en sus manos el Evangelio. Decidieron convertirse y ambos fueron a contar a Santa Mónica lo sucedido, quien dio gracias a Dios. San Agustín tenía 33 años. 

San Agustín se dedicó al estudio y a la oración. Hizo penitencia y se preparó para su Bautismo. Lo recibió junto con su amigo Alipio y con su hijo, Adeodato. Decía a Dios: “Demasiado tarde, demasiado tarde empecé a amarte”. Y, también: “Me llamaste a gritos y acabaste por vencer mi sordera”. Su hijo tenía quince años cuando recibió el Bautismo y murió un tiempo después. Él, por su parte, se hizo monje, buscando alcanzar el ideal de la perfección cristiana.

Deseoso de ser útil a la Iglesia, regresó a África. Ahí vivió casi tres años sirviendo a Dios con el ayuno, la oración y las buenas obras. Instruía a sus prójimos con sus discursos y escritos. En el año 391, fue ordenado sacerdote y comenzó a predicar. Cinco años más tarde, se le consagró Obispo de Hipona. Organizó la casa en la que vivía con una serie de reglas convirtiéndola en un monasterio en el que sólo se admitía en la Orden a los que aceptaban vivir bajo la Regla escrita por San Agustín. Esta Regla estaba basada en la sencillez de vida. Fundó también una rama femenina.

Fue muy caritativo, ayudó mucho a los pobres. Llegó a fundir los vasos sagrados para rescatar a los cautivos. Decía que había que vestir a los necesitados de cada parroquia. Durante los 34 años que fue Obispo defendió con celo y eficacia la fe católica contra las herejías. Escribió más de 60 obras muy importantes para la Iglesia como “Confesiones” y “Sobre la Ciudad de Dios”. 

Los últimos años de la vida de San Agustín se vieron turbados por la guerra. El norte de África atravesó momentos difíciles, ya que los vándalos la invadieron destruyéndolo todo a su paso. 

A los tres meses, San Agustín cayó enfermo de fiebre y comprendió que ya era el final de su vida. En esta época escribió: “Quien ama a Cristo, no puede tener miedo de encontrarse con Él”. 

Murió a los 76 años, 40 de los cuales vivió consagrado al servicio de Dios.

Con él se lega a la posteridad el pensamiento filosófico-teológico más influyente de la historia.
Murió el año 430.

¿Qué nos enseña su vida?

A pesar de ser pecadores, Dios nos quiere y busca nuestra conversión.

Aunque tengamos pecados muy graves, Dios nos perdona si nos arrepentimos de corazón.

El ejemplo y la oración de una madre dejan fruto en la vida de un hijo.

Ante su conflicto entre los intereses mundanos y los de Dios, prefirió finalmente los de Dios.

Vivir en comunidad, hacer oración y penitencia, nos acerca siempre a Dios.

A lograr una conversión profunda en nuestras vidas.

A morir en la paz de Dios, con la alegría de encontrarnos pronto con Él.

miércoles, 26 de agosto de 2020

27 DE AGOSTO SANTA MÓNICA MADRE DE SAN AGUSTÍN

SANTA MÓNICA



Madre de San Agustín



Memoria de santa Mónica, que, muy joven todavía, fue dada en matrimonio a Patricio, del que tuvo hijos, entre los cuales se cuenta a Agustín, por cuya conversión derramó abundantes lágrimas y oró mucho a Dios. Al tiempo de partir para África, ardiendo en deseos de la vida celestial, murió en la ciudad de Ostia del Tíber (387).

Etimológicamente: Mónica = Aquella que disfruta de la soledad, es de origen griego.

Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.Hoy celebramos a Santa Mónica, que con su testimonio logró convertir a su marido, a su suegra y a su hijo, San Agustín, quién también, es un gran santo de la Iglesia.

Santa Mónica fue una mujer con una gran fe y nos entregó un testimonio de fidelidad y confianza en Dios, por lo que alcanzó la santidad cumpliendo con su vocación de esposa y madre.

Un poco de historia

Mónica, la madre de San Agustín, nació en Tagaste (África del Norte) a unos 100 km de la ciudad de Cartago en el año 332.

Formación

Sus padres encomendaron la formación de sus hijas a una mujer muy religiosa y estricta en disciplina. Ella no las dejaba tomar bebidas entre horas (aunque aquellas tierras son de clima muy caliente) pues les decía: "Ahora cada vez que tengan sed van a tomar bebidas para calmarla. Y después que sean mayores y tengan las llaves de la pieza donde está el vino, tomarán licor y esto les hará mucho daño." Mónica le obedeció los primeros años pero, después ya mayor, empezó a ir a escondidas al depósito y cada vez que tenía sed tomaba un vaso de vino. Más sucedió que un día regañó fuertemente a un obrero y éste por defenderse le gritó ¡Borracha! Esto le impresionó profundamente y nunca lo olvidó en toda su vida, y se propuso no volver a tomar jamás bebidas alcohólicas. Pocos meses después fue bautizada (en ese tiempo bautizaban a la gente ya entrada en años) y desde su bautismo su conversión fue admirable.

Su esposo

Ella deseaba dedicarse a la vida de oración y de soledad pero sus padres dispusieron que tenía que esposarse con un hombre llamado Patricio. Este era un buen trabajador, pero de genio terrible, además mujeriego, jugador y pagano, que no tenía gusto alguno por lo espiritual. La hizo sufrir muchísimo y por treinta años ella tuvo que aguantar sus estallidos de ira ya que gritaba por el menor disgusto, pero éste jamás se atrevió a levantar su mano contra ella. Tuvieron tres hijos: dos varones y una mujer. Los dos menores fueron su alegría y consuelo, pero el mayor Agustín, la hizo sufrir por varias décadas.

La fórmula para evitar discusiones.
En aquella región del norte de África donde las personas eran sumamente agresivas, las demás esposas le preguntaban a Mónica porqué su esposo era uno de los hombres de peor genio en toda la ciudad, pero que nunca la golpeaba, y en cambio los esposos de ellas las golpeaban sin compasión. Mónica les respondió: "Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando él grita, yo me callo, para pelear se necesitan dos y yo no acepto entrar en pelea, pues....no peleamos".

Viuda, y con un hijo rebelde

Patricio no era católico, y aunque criticaba el mucho rezar de su esposa y su generosidad tan grande hacia los pobres, nunca se opuso a que dedique de su tiempo a estos buenos oficios. Y quizás, el ejemplo de vida de su esposa logro su conversión. Mónica rezaba y ofrecía sacrificios por su esposo y al fin alcanzó de Dios la gracia de que en el año de 371 Patricio se hiciera bautizar, y que lo mismo hiciera su suegra, mujer terriblemente colérica que por meterse demasiado en el hogar de su nuera le había amargado grandemente la vida a la pobre Mónica. Un año después de su bautizo, Patricio murió, dejando a la pobre viuda con el problema de su hijo mayor.

El muchacho difícil

Patricio y Mónica se habían dado cuenta de que Agustín era extraordinariamente inteligente, y por eso decidieron enviarle a la capital del estado, a Cartago, a estudiar filosofía, literatura y oratoria. Pero a Patricio, en aquella época, solo le interesaba que Agustín sobresaliera en los estudios, fuera reconocido y celebrado socialmente y sobresaliese en los ejercicios físicos. Nada le importaba la vida espiritual o la falta de ella de su hijo y Agustín, ni corto ni perezoso, fue alejándose cada vez más de la fe y cayendo en mayores y peores pecados y errores.

Una madre con carácter

Cuando murió su padre, Agustín tenía 17 años y empezaron a llegarle a Mónica noticias cada vez más preocupantes del comportamiento de su hijo. En una enfermedad, ante el temor a la muerte, se hizo instruir acerca de la religión y propuso hacerse católico, pero al ser sanado de la enfermedad abandonó su propósito de hacerlo. Adoptó las creencias y prácticas de una la secta Maniquea, que afirmaban que el mundo no lo había hecho Dios, sino el diablo. Y Mónica, que era bondadosa pero no cobarde, ni débil de carácter, al volver su hijo de vacaciones y escucharle argumentar falsedades contra la verdadera religión, lo echó sin más de la casa y cerró las puertas, porque bajo su techo no albergaba a enemigos de Dios.

La visión esperanzadora

Sucedió que en esos días Mónica tuvo un sueño en el que se vio en un bosque llorando por la pérdida espiritual de su hijo, Se le acercó un personaje muy resplandeciente y le dijo "tu hijo volverá contigo", y enseguida vio a Agustín junto a ella. Le narró a su hijo el sueño y él le dijo lleno de orgullo, que eso significaba que ello significaba que se iba a volver maniquea, como él. A eso ella respondió: "En el sueño no me dijeron, la madre irá a donde el hijo, sino el hijo volverá a la madre". Su respuesta tan hábil impresionó mucho a su hijo Agustín, quien más tarde consideró la visión como una inspiración del cielo. Esto sucedió en el año 437. Aún faltaban 9 años para que Agustín se convirtiera.

La célebre respuesta de un Obispo

En cierta ocasión Mónica contó a un Obispo que llevaba años y años rezando, ofreciendo sacrificios y haciendo rezar a sacerdotes y amigos por la conversión de Agustín. El obispo le respondió: "Esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas". Esta admirable respuesta y lo que oyó decir en el sueño, le daban consuelo y llenaban de esperanza, a pesar de que Agustín no daba la más mínima señal de arrepentimiento.

El hijo se fuga, y la madre va tras de él

A los 29 años, Agustín decide irse a Roma a dar clases. Ya era todo un maestro. Mónica se decide a seguirle para intentar alejarlo de las malas influencias pero Agustín al llegar al puerto de embarque, su hijo por medio de un engaño se embarca sin ella y se va a Roma sin ella. Pero Mónica, no dejándose derrotar tan fácilmente toma otro barco y va tras de él.

Un personaje influyente

En Milán; Mónica conoce al santo más famoso de la época en Italia, el célebre San Ambrosio, Arzobispo de la ciudad. En él encontró un verdadero padre, lleno de bondad y sabiduría que le impartió sabios. Además de Mónica, San Ambrosio también tuvo un gran impacto sobre Agustín, a quien atrajo inicialmente por su gran conocimiento y poderosa personalidad. Poco a poco comenzó a operarse un cambio notable en Agustín, escuchaba con gran atención y respeto a San Ambrosio, desarrolló por él un profundo cariño y abrió finalmente su mente y corazón a las verdades de la fe católica.

La conversión tan esperada

En el año 387, ocurrió la conversión de Agustín, se hizo instruir en la religión y en la fiesta de Pascua de Resurrección de ese año se hizo bautizar.

Puede morir tranquila

Agustín, ya convertido, dispuso volver con su madre y su hermano, a su tierra, en África, y se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había conseguido todo lo que anhelaba es esta vida, que era ver la conversión de su hijo. Ya podía morir tranquila. Y sucedió que estando ahí en una casa junto al mar, mientras madre e hijo admiraban el cielo estrellado y platicaban sobre las alegrías venideras cuando llegaran al cielo, Mónica exclamó entusiasmada: " ¿Y a mí que más me amarra a la tierra? Ya he obtenido de Dios mi gran deseo, el verte cristiano." Poco después le invadió una fiebre, que en pocos días se agravó y le ocasionaron la muerte. Murió a los 55 años de edad del año 387.

A lo largo de los siglos, miles han encomendado a Santa Mónica a sus familiares más queridos y han conseguido conversiones admirables.

En algunas pinturas, está vestida con traje de monja, ya que por costumbre así se vestían en aquél tiempo las mujeres que se dedicaban a la vida espiritual, despreciando adornos y vestimentas vanidosas. También la vemos con un bastón de caminante, por sus muchos viajes tras del hijo de sus lágrimas. Otros la han pintado con un libro en la mano, para rememorar el momento por ella tan deseado, la conversión definitiva de su hijo, cuando por inspiración divina abrió y leyó al azar una página de la Biblia. 

Oración

Santa Mónica, te pedimos en este día que nos ayudes a vivir nuestra vocación cerca de Dios, confiando siempre en que la oración constante y sencilla es un instrumento eficaz para transformar los corazones de quienes nos rodean.
Amén.

martes, 25 de agosto de 2020

26 DE AGOSTO SAN JUNÍPERO SERRA FRAILE

SAN JUNÍPERO SERRA

FRAILE RELIGIOSO






«Siempre adelante, nunca hacia atrás». Este fue el lema de Junípero Serra, cuyas dotes intelectuales, celo misionero, bondad y paciencia produjeron sus frutos en su nativa Mallorca, en México y en los Estados Unidos.

Nacido en Petra (Mallorca) el 24 de noviembre de 1713, Miguel José fue hijo de Antonio Serra y Margarita Ferrer, agricultores. Después de la enseñanza primaria en los Franciscanos de Petra, Miguel marchó a Palma, la Capital, e ingresó en los Frailes Menores en 1730, tomando el nombre de Junípero en honor de uno de los primeros seguidores de San Francisco. Ordenado de sacerdote en 1737, Serra fue destinado a enseñar filosofía. Entre sus alumnos hubo dos que fueron sus últimos colaboradores en el Nuevo Mundo, Francisco Palou y Juan Crespí. Tras doctorarse en Teología en la Universidad del Beato Ramón Llull en 1742, Serra continuó enseñando filosofía y teología y adquirió gran fama como predicador.

En 1749, en unión de Palou, partió para el Colegio de San Fernando, en la Ciudad de México. Temiendo comunicar a sus padres su próxima partida, Serra pidió a un fraile compañero suyo que les informara sobre el particular. «Yo quisiera poder infundirles la gran alegría que llena mi corazón», decía. «Si yo pudiera hacer esto, seguro que ellos me instarían a seguir adelante y no retroceder nunca». Les pedía que comprendieran su vocación misionera y prometía recordarlos en la oración.

Poco después de su llegada a México, Serra sufrió la picadura de un insecto que le produjo la hinchazón de un pie y una úlcera en la pierna de la que le resultó una cojera para el resto de su vida. Tras unos meses en el Colegio de San Fernando, Serra fue destinado a las misiones de Sierra Gorda al nordeste de la ciudad de México. Allí trabajó durante ocho años, tres de ellos como presidente de las misiones. Llamado a la Ciudad de México, fue maestro de novicios durante nueve años y continuó su predicación en las zonas alrededor de la capital. En 1767 los jesuitas fueron expulsados de México y sus misiones de la Baja California fueron encomendadas al Colegio de San Fernando. Serra fue nombrado presidente de esas misiones, cuya cabecera estaba en la Misión de Loreto.

En 1769, la Corona de España decidió colonizar la Alta California (hoy Estado de California en los EE.UU.). Serra fue nombrado nuevamente presidente; supervisó la fundación de las nueve misiones: San Diego (1769), San Carlos Borromeo (1770), San Antonio de Padua (1771), San Gabriel Arcángel (1771), San Luis Obispo (1772), San Francisco de Asís (1776), San Juan de Capistrano (1776). Santa Clara de Asís (1777) y San Buenaventura (1782).

En 1773 Junípero fue a la Ciudad de México para entrevistarse con el Virrey Bucarelli y tratar de resolver los problemas que habían surgido entre los misioneros y los representantes del Rey en California. La Representaciónde Serra (1773) ha sido llamada «Carta de los Derechos» de los indios; una parte decretaba que «el gobierno, el control y la educación de los indios bautizados pertenecerían exclusivamente a los misioneros». Durante esta visita a la Ciudad de México Serra escribió a su sobrino, el Padre Miguel Ribot Serra diciéndole: «En California está mi vida y allí, si Dios quiere, espero morir».

Ni siquiera el martirio del Padre Luis Jaime en la Misión de San Diego (1775) apagó el deseo de Serra de añadir nuevas misiones a la cadena de las ya existentes a lo largo de la costa de California. En todas estas misiones, Junípero y los frailes enseñaron a los indios métodos de cultivo más eficaces y el modo de domesticar a los animales necesarios para la alimentación y el transporte. Cuando fue capturado el indio que dirigía a los rebeldes en la Misión de San Diego, Serra escribió al Virrey, pidiéndole que perdonara la vida del indio. Los que fueron capturados, fueron eventualmente perdonados. En la misma carta al Virrey, Serra pedía que «en el caso de que los indios, tanto paganos como cristianos, quisieran matarme, deberían ser perdonados». Serra explicaba: «Debe darse a entender al asesino, después de un moderado castigo, que ha sido perdonado y así cumpliremos la ley cristiana que nos manda perdonar las injurias y no buscar la muerte del pecador, sino su salvación eterna».

Serra pasó los últimos años de su vida ocupado en las tareas de la administración, la necesidad de escribir muchas cartas a las otras misiones y a la Iglesia y a los oficiales del gobierno en la Ciudad de México, y con el ansia de fundar las misiones necesarias. Sin embargo, trabajó con gran fe y tenacidad, aunque le iban faltando las fuerzas. Los indios le pusieron de apodo «el viejo», porque tenía 56 años cuando llegó a la Alta California, pero Serra trabajó constantemente hasta su muerte el 28 de agosto de 1784 en la Misión de San Carlos Borromeo, que había sido su cuartel general y se convirtió en el lugar de su descanso definitivo. Los indios y los soldados lloraron la muerte de Serra y lo llamaban «Bendito Padre». Muchos se llevaban un trozo de su hábito como recuerdo; otros tocaban medallas y rosarios a su cuerpo.

Poco tiempo después de la muerte de Serra, el Guardián del Colegio de San Fernando escribía al Provincial de los Franciscanos en Mallorca: «Murió como un justo, en tales circunstancias que todos los que estaban presentes derramaban tiernas lágrimas y pensaban que su bendita alma subió inmediatamente al cielo a recibir la recompensa de su intensa e ininterrumpida labor de 34 años, sostenido por nuestro amado Jesús, al que siempre tenía en su mente, sufriendo aquellos inexplicables tormentos por nuestra redención. Fue tan grande la caridad que manifestaba, que causaba admiración no sólo en la gente ordinaria, sino también en personas de alta posición, proclamando todos que ese hombre era un santo y sus obras las de un apóstol».


El 14 de septiembre de 1987, el Papa Juan Pablo II tuvo un encuentro con los Indios nativos americanos en Fénix, Arizona, durante el cual alabó los esfuerzos de Serra para proteger a los indios contra la explotación. Tres días más tarde el Papa visitó la tumba de Serra en la Misión de S. Carlos Borromeo y recordó la Representación de Serra en 1773 en favor de los indios de California. Juan Pablo II dijo que Serra y sus misioneros compartían la convicción de que «el Evangelio es un asunto de vida y de salvación. Ellos estimaban que al ofrecer a Jesucristo a la gente, estaban haciendo algo de un valor, importancia y dignidad inmensos». Esta convicción los sostenía «frente a cualquier vicisitud, desazón y oposición».